Desde que me alcanza el recuerdo siempre me han llamado la atención los lapiceros, los portaminas, los bolígrafos, las plumas estilográficas, las pinturas de cera, las de madera, etc. Todos ellos no tienen sentido si no se usan, y el soporte es fundamental para dejar fluir la creatividad de un niño. Pintar la ropa, la tapicería de un sofá, de un mantel, de una pared, descubrir las texturas, donde puede pintar cada instrumento y donde no. ¡Premisa! los polígrafos y artilugios rellenos de tinta líquida o de gel, difícilmente pueden por debajo de los 90 grados de inclinación, los techos por supuesto descontados, a veces no somos conscientes de que hasta qué punto influye la fuerza de la gravedad en nuestras vidas, afectando incluso, a nuestra creatividad. Recuerdo también los primeros folios, los del galgo, sentado junto a mi abuelo Ángel, mientras me pintaba pájaros, caballos, leones... como me acuerdo de lo que disfrutábamos juntos, él con su eterna paciencia fruto de la experiencia, yo con mi creatividad tan anárquica como descontrolada. El olor a esos folios del galgo me dejaron huella, la manera de repasar el galgo que venía como marca de agua... puedo regresar a esos momentos tan sólo con pensar en ellos.
La verdad es que nunca he sido demasiado disciplinado y constante, al mínimo contratiempo o variación perdía la ilusión y el interés por la actividad que estuviese desarrollando en ese momento. Para mí, cualquier expresión artística deja fluir el interior, el alma, la música es mi favorita, pero a pesar de haber pasado por el conservatorio me faltó esa constancia tan importante y necesaria para aprender el lenguaje musical y poder llegar a crear melodías infinitas, aún así amo la música y sé transmitir lo que siento buscando una canción u otra. Sin embargo, la escritura siempre me resultó un medio muy sencillo para poder expresar mis sentimientos. Desde pequeño he escrito mucho, he sabido plasmar lo que quería o necesitaba en cada momento, aunque nunca he sido de crear relatos conclusos o de tener una disciplina de escritura, siempre me ha gustado garabatear.
Durante este curso de animación a la lectura y de creación literaria he recordado que me gusta escribir y que debo tener un poco más de tesón y regularidad con el fin de alcanzar mi meta que bien podría ser vivir junto al mar y vivir del cuento, nunca mejor dicho. Poder estar a mi aire, libre, junto a los míos, disfrutar de esa libertad que te permite hacer lo que quieras donde quieras. Vivir del cuento y ganar dinero por hacer lo que más te gusta. ¿Sueño o realidad?